viernes, 6 de diciembre de 2013

Después de la tormenta...


Diez o quince minutos bastaron para causar destrozos y grandes incomodidades... la tormenta que pasó el lunes, nos dejó sin luz por tres días. No tener electricidad, qué desafío para nuestra vida moderna, no? Me dí cuenta de que somos más que dependientes, somos adictos... todos estos aparatos que no funcionan sin ella nos hacen pensar que no funcionamos sin ellos (levanten la mano conmigo los que miraban la barrita de batería de su celular con angustia o los que intentaban prender la luz del baño a cada rato!), que en realidad, termina siendo bastante así (levanten la mano conmigo los que habían ido al súper un día antes del corte de luz y dos días después tiraron todo lo que había en la heladera con ganas de llorar!). Pero, obviamente los que se la llevaron más pesada tienen prioridad para la queja: los padrinos de Amadeo, por ejemplo, perdieron cinco árboles antiquísimos y gigantes de su parque, y estuvieron a punto de perder el techo de su casa recién remodelada!
Entonces, mirá alrededor. Tenés suerte, Gaby.


Si, tengo suerte: la primer noche de la tormenta, mis papás nos dieron refugio porque aunque ellos tampoco tenían luz, tienen un grupo electrógeno: pudimos bañar a los nenes, cenar todos juntos y hacer una "piyamada". Obvio que mis ninjas durmieron genial en los colchones inflables que tiramos en el piso.
Tenés suerte, Gaby.
A la noche siguiente siguiente, ya más preparados, con velas a granel y un par de luces de emergencia, dormimos en casa. Y fué mejor de lo que hubiera esperado: pensé que Amadeo iba a extrañar la compu o sus pelis antes de la cena, pero no: charlamos, leímos un par de cuentos y casi antes de dormirnos, me sentí un poco como en el durazno, Córdoba, el pueblito donde más pronto que lejos vamos a tener una casita, sin luz porque la electricidad no llega, y rodeados de naturaleza y estrellas.
Tenés suerte, Gaby.


Pero esa misma madrugada, Amadeo levantó mucha fiebre y empezó a tener vómitos. Toda la noche. Mariano y yo nos la pasmos corriendo, cambiando sábanas y limpiando todo mientras conteníamos a nuestro ninja. Y la fiebre no bajaba. No pude pegar un ojo ni en los tramos más largos sin vómitos. Y llamamos a nuestro pediatra, y fuimos a la guardia. Y mientras esperábamos los resultados del isopado en el laboratorio, una chica entró sola a la guardia con dos nenes chiquitos que corrían para todos lados. Estaban sucios, la carita llena de mocos, ella estaba sola y se notaba que casi casi, no podía con todo. Mientras el más grande se tiraba al piso, el chiquito se alejaba de su vista mientras ella trataba de hacer un trámite en el laboratorio. Miré a mi alrededor: Gaspar estaba con mi maá y eso me dejaba tranquila para ocuparme de Amadeo, mi esposo lo sostenía a upa  mientras yo le daba gelatina con una cuchara. Entonces, me acerqué al nenito más chico, le hice upa  y le dije a la chica: hacé el trámite tranquila que yo te lo cuido.
Tenés suerte, Gaby.
Con la confirmación de que Amadeo tenía una angina eruptiva, fuimos a nuestro pediatra, que nos estaba esperando. Si, es una pariente de la escarlatina, la muy guacha. Pero en ese momento la empezamos a combatir con penicilina. Así directo y al grano, nomás. Y Amadeo volvió a ser el de siempre en cuestión de horas, aunque el tratamiento sigue y la fiebre trata de asomarse un par de veces al día.
Pero... Tenés suerte, Gaby.


Y aunque haya tenido ganas de llorar al ver tan mal a Amadeo, este pensamiento se me repite en la cabeza una y otra vez. Aunque se haya presentado de manera molesta y dolorosa, aprendi la lección y me la grabo de nuevo en el cerebro y el el corazón: Todos lo que tenemos suerte, tenemos la obligación de hacer cosas buenas con ella y sobre todo, de usar bien nuestro tiempo, siendo generosos, compasivos y agradecidos... y serán las hormonas que nunca se asentaron y la Navidad que está tan cerca que me tienen tan sensible? Quién sabe...

Qué tengan un finde adorable y, literalmente, lleno de luz!

Fotos Gaby Morales

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