viernes, 31 de mayo de 2013

Bitácora de Viaje: Salta y Jujuy (y un burro loco bajo la lluvia)

Unos amigos se van en unos días a recorrer el norte y me vino bárbaro que nos pidieran data porque hacía rato tenía ganas de mostrarles y contarles este viajecito que hicimos en el 2008 (de ahí entiéndase el por qué de mis horribles sandalias crocks, jaja!). Era viaje donde habíamos recorrido más kilómetros juntos hasta ese momento y fué a pura aventura: volvimos con anécdotas buenísimas pero sobre todo, con la experiencia de haber recorrido paisajes increíbles de nuestro propio país. Hoy le dije a mi amiga que este fue el viaje que "le abrió la puerta a los demás viajes" porque tuvimos la sensación de que ya estábamos en el camino y no queríamos terminar ahí: teníamos que ir por más. Eso te pasa cuando la pasás tan bien y tu pareja se convierte en compañero de ruta y copiloto de vida...

Mariano manejó sin parar hasta las Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero, donde pasamos la noche. Después de desayunar, viajamos unas cuantas horas más y llegamos a Salta, donde buscamos un hostel y encontramos justo lo que queríamos en el centro de la ciudad. Hay muchísimos y parecen todos muy lindos, con gente con mucha y buena onda. Salimos a caminar y nuestra primer parada fué el teleférico que te lleva al cerro San Bernardo.

Te da una vista panorámica de la ciudad, que es bellísima. Tengo una amiga, Prisci, que se enamoró tanto de Salta que se mudó ahí hace unos años y muero por ir a visitarla. La ciudad mezcla lo moderno con lo colonial de forma muy armónica y los cerros verdes la enmarcan perfectamente.

En otra caminata descubrimos un barrio paquetísimo de construcciones árabes...

Recorrimos las afueras de la ciudad y llegamos al dique Cabra Corral

En el medio del puente había una plataforma donde hacer bungee jumping y... no dejé pasar la oportunidad! Fué una de las experiencias más terroríficas y placenteras de mi vida! Y no puedo dejar de recomendar que lo hagan, sobre todo antes de tener hijos, porque ahora me volví mucho más miedosa!

Oh, yeah baby! Rock and rooooooll!!! Me quedó tanta adrenalina circulando por el cuerpo, que después de eso quería salir a correr, nadar, trepar árboles, todo lo que jamás hago en mi vida, jaja

Vista de los ríos que desembocan en el dique
De noche la ciudad es todavía más hermosa

Después de un par de días, partimos rumbo a Jujuy, y gracias a un dato de mi tío Daniel (que sabe todo sobre rutas y caminos), en vez de tomar el camino nuevo por autopista que es rapidísimo, tomamos el camino antiguo, que está bastante maltrecho y por momentos se vuelve de cornisa, pero vale la pena porque atravesás el monte, justo por el medio de los cerros, y no hay postales más magníficas de esa selva húmeda y verde.

Cuando llegás a los cerros jujeños, empezás un camino de decir "Wow, mirá eso!" cada tres minutos, y no parás más. La bienvenida te la da "La paleta del pintor", al costado de la ruta sobre "Maimará", en el corazón de la quebrada de Humahuaca.

Como mi mamá había estado muchos años antes en Tilcara y siempre hablaba de lo increíblemente bello que era, decidimos buscar hospedaje ahí, y nos quedamos con una familia que nos ofreció una habitación y comida casera por una parte de lo que salía una habitación de hotel, sin embargo,  la hospitalidad y el buen trato nunca tuvo precio, y fué una de las mejores decisiones de viaje que jamás tomamos. Si pudiéramos repetir esa experiencia en cada viaje, seguro sería mi primer opción.


Muy cerquita, está el "Cerro de siete colores" que bordea la quebrada de Purmamarca. En el centro del pueblo hay una feria de tejidos artesanales a muy buenos precios y una vista alucinante del cerro. También hay senderos para recorrerlo.



Sin saberlo, llegamos justo para la celebración de la Pachamama. Compartimos la fiesta, que te hace comprender el amor y el respeto por la tierra que te aloja y te da de comer, y probamos la famosa "chicha", que es una bebida fermentada con alta graduación alcohólica. Yo me quedé con el fernet...


En Tilcara la oferta gastronómica es más grande: hay restaurancitos y peñas por doquier. Y se come muy rico y barato. De día, hacíamos degustación de empanadas en la plaza principal del pueblo, ya que había como veinte doñas con sus canastitas llenas de delicias caseras y calientes, y a ninguna le queríamos decir que no: lo justo es justo...
En "La peña de Carlitos" no es extraño encontrarse con La Sole o Los Nocheros, dicen. La noche que fuimos (hay que ir temprano porque es chiquita y se llena rápido), apareció de la nada un músico albino de rastas y pocas palabras y dedos mágicos, que tocaba el charango a la velocidad de la luz. Le decían "El Duende" y jamás se me hubiera ocurrido un apodo mejor que ese! Después de comer, se arma bailongo y no hace falta saber bailar folclore para engancharse!


A un par de horas de viaje se encuentra la Salina Grande, un salar inmenso que se disfruta desde el camino.


Como por esos días había estado lloviendo (el verano es, en realidad, la estación más lluviosa), la salina era una pileta que reflejaba el cielo como espejo gigante. Fué mágico. De verdad que no nos queríamos ir de ahí...


Subiendo el cerro y a menos de 1 Km. del centro de Tilcara, sobre la margen izquierda del río Grande, a más de 2500 metros sobre el nivel del mar, los primitivos humahuacas construyeron un magnífico fuerte que contenía viviendas, corrales para sus llamas, un templo y sepulcros. Hoy, gracias a una gran tarea de reconstrucción es posible visitar al Pucará disfrutando de sus vistas increíbles y aprendiendo su historia.




Con una caminata en subida exigidísima (ejem, o en auto, como nosotros), se puede llegar a la "Garganta del Diablo", un camino por momentos altísimo y estrecho en el medio de la piedra que bordea arroyitos y te regala una hermosa y refrescante cascada.



En Humahuaca, comenzó la aventura más grande de nuestro viaje: Queríamos llegar a Iruya, un pueblito sobre una montaña (y en el medio de las montañas), al que sólo se puede acceder con vehículos 4x4, a caballo o en micros experimentados para hacer ese camino, por momentos, de cornisa. Así que sacamos nuestro boleto y ocupamos nuestros asientos...

Todo venía tranquilo hasta que ví cómo el micro, viejito y maltratado pero decente, comenzaba a atravesar ríos... no arroyitos, digo ríos poco profundos pero caudalosos: si bajábamos la velocidad, se sentía como el agua empujaba con fuerza: primera vez que dije "mmmm... esto es seguro?" jaja

Después paramos en un mirador imponente, en el Abra de los Cóndores, a 4000 metrs sobre el nivel del mar, justo en el límite entre Jujuy y Salta. Ya faltaba poco para llegar a Iruya...



El camino serpenteaba, entrando y saliendo de ríos y arroyos y bordeadndo cornisas: en un momento miré por la ventanilla y vi cómo la rueda del micro flotaba sobre la nada: el ángulo para doblar era tan estrecho que sólo tres ruedas entraban en el camino! Mariano me tranquilizó diciéndome "estos choferes tienen toda la cancha del mundo, hacen este camino veinte veces por día", al rato escuchamos decir al chofer "espero que no llueva porque este es mi primer viaje y no quiero hacerlo con lluvia..."


Casi al mediodía, llegamos a Iruya
Recorrimos sus callecitas empedradas y almorzamos en el comedor de una casa: para mi, milanesas de llama con puré! Compartimos la mesa con turistas franceses y alemanes mientras en la tele las dueñas de casa miraban una telenovela mexicana por televisión satelital. Y todos terminamos muertos de risa, más allá de los idiomas, cuando vimos a una actríz recordar su pasado en blanco y negro, a otra despertar de un largo coma perfectamente maquillada y al galán darse un chapuzón absolutamente espontáneo en un arroyo salvaje donde se encontró a la heroína semi-desnuda. Pagaría por otro almuerzo como ese!


La vista panorámica desde el mirador de Iruya



Cuando volvimos a la hora señalada al micro para regresar a Humahuaca, el río de la entrada del pueblo había crecido el triple. Todos los pasajeros miramos con duda y temor al chofer inexperto, pero el tipo aceleró y se jugó a cruzarlo igual: el resultado? el micro quedó "encallado" en el medio del río, detrás de otro auto que había quedado atrapado en las mismas cirmcunstancias. Y cada minuto que pasaba, el caudal crecía. Ven por dónde llega el agua? A la hora ya estaba en la mitad de la rueda...

Nos empezamos a desesperar porque quedaban un par de horas más de sol y ya venía la noche. Además, era el último micro que partía de Iruya, no había otra forma de volver: tampoco habíamos llevado plata para pagar el alojamiento de una noche y el pueblito es tan chico que ya estaba todo ocupado. Entonces, Mariano decidió encabezar los intentos por mover el auto que obstruía el camino, pero no lo logramos, pesaba demasiado!


Con los otros pasajeros, intentamos desviar el agua que crecía con piedras, pero tampoco funcionó...

Y cuando ya caía el sol, llegó un tractor para sacar al auto y al micro del río! todos aplaudimos aliviados!

Pero cuando nos subimos al micro, nos dimos cuenta de que había quedado medio fundido y de costado por tantos intentos por salir del agua, así que ese camino de cornisa, lo hicimos con lluvia, de noche y de costado... encima, un burro loco empezó a correr a la par del colectivo tirándole patadas!!! Llegamos a Humahuaca y me di cuenta de que le había dejado la mano casi morada a Mariano de apretarla tan fuerte durante todo el camino, jaja! Aún así, visitar Iruya fue uno de los puntos más lindos del viaje y si van para esos rumbos, simplemente no se lo pueden perder!

La casa de la familia Cari, en nuestra última noche: su perrito pequinés "Poroto" nos había adoptado y nos seguía por todo el pueblo. A la mañana siguiente, partimos rumbo al Cafayate, en Salta

En medio de un paisaje marciano y alucinante, nos encontramos en la "Garganta del Diablo"


Y con el "Anfiteatro", construcciones increíbles de la erosión del viento y los miles de años...


Desde este punto, pasamos por la ciudad de Cafayate y atravesamos viñedos. Llegamos a Tafí del Valle (sin baterías en la cámara), un pueblito que parece salido de los Alpes Suizos. Tuvimos poco tiempo para recorrer a partir de este punto porque las lluvias se hicieron muy fuertes y literalmente, nos venían pisando los talones: Cada vez que pasábamos un punto importante de la ruta, escuchábamos un rato después que lo acababan de cerrar por posibles desprendimientos de tierra o piedras de las montañas. Así nos perdimos visitar los Valles Calchaquíes, que también estaban inundados. Pero... quién te quita lo bailado (enpeñas?), lo comido (papines, empanadas y guisos!) y lo vivido (adrenalina y belleza!!!)? Así que tenemos excusas para volver con nuestros pequeños, que ahora tienen que vivir y ver todo con sus propios ojos!
Sh, me olvidaba... cuando llegamos a casa, agasajé a mi piloto, que manejó solo todo el viaje, con una buena fuente de sushi casero! No me digan que el intento de levantar un auto en el medio de un río no la valía! jaja
Fotos: Gaby Morales (antes de tener una reflex, saqué todas con cámara de bolsillo!)

Tienen planes para este finde? Nosotros vamos a ir improvisando sobre la marcha, pero como el domingo es el día del Bombero Voluntario, y Amadeo está fascinado con ellos, estamos preparando una pequeña sorpresita!
Que tengan un finde adorable!