Ahora que ya pasaron tres meses y seis días, recapitular parece más fácil... Todo empezó en la madrugada del 19 de noviembre de 2010. Esa era la fecha límite para la llegada de Amadeo y aunque tenía contracciones muy fuertes, no eran rítmicas ni lo suficientemente seguidas. Fuimos a la clínica a las 8.00 de la mañana como habíamos acordado con nuestra obstetra para una inducción o goteo (la idea era provocar un "parto natural"). Habíamos hecho el curso preparto, habíamos practicado cómo respirar durante el puje, habíamos planeado pasar las primeras horas los tres juntos como nueva familia y en la mayor intimidad posible antes de llamar a los nuestros, habíamos planeado no usar peridural... Bueno, cambio de planes. Cuando la partera rompió la bolsa para acelerar el proceso, nos encontramos con líquido amniótico meconial (es decir, Amadeo había sufrido tanto las contracciones que se había hecho caca encima antes de nacer). La cara de la partera se contrajo y de inmediato llamó a nuestra médica, Mariana, mientras nos decía "Ya viene la obstetra"... Ni "no pasa nada" ni "quédense tranquilos"... algo estaba saliendo mal y no entendíamos mucho. No tuvimos tiempo para pensar en eso, tampoco. Mariano y yo nos miramos, y antes de que yo empezara a llorar, me dijo con mucha seguridad "va a salir todo bien" y yo le creí. Al instante llegó Mariana y me dijo "Gaby, te tengo que operar, hay que sacar a Amadeo urgente". Entendí completamente la situación y le dije "Dále, Mariana, hacé todo lo que sea necesario". En menos de cinco minutos yo ya estaba en el quirófano y nuestra médica había reunido a todo el personal necesario para una cesárea de urgencia. Con peridural y todo. Mi cabeza estaba concentrada en que Amadeo saliera pronto, así que no sentí nada más que ansiedad. Todo fue muy rápido, en menos de diez minutos Mariana gritó "Traigan al papá" y ahí dejaron pasar a Mariano, todo vestido de verde. Sentí un tirón en el vientre, como una súper aspiradora y escuché que la cirujana gritaba "Un rubio, tenemos un rubio" y en lo único que pensé es que no escuchaba el famoso llanto. Tardó unos segundos y fueron los más largos de mi vida... entonces escuché un llanto de bebé.. mi bebé! Mariano me dijo "Ya está" y salió corriendo tras Amadeo y la partera, y lo bañaron enseguida... me quedé ahí, mientras terminaban de cerrar la herida pensando que todo había sido muy rápido, cuando Mariano, con una sonrisa enorme y ojitos vidriosos, llegó con Amadeo envuelto como un tamal y me dijo "es perfecto". La verdad, tendría un millón de bebés sólo por vivir ese momento. Cuando llegamos a la habitación, toda mi familia nos estaba esperando. No quiero sonar desagradecida, pero estaba muy dolorida, me temblaban las piernas ( que además estaban paralizadas) y me habían ordenado no hablar para que no entrara aire aen el estómago, lo que podía causar futuros dolores aún mayores. En medio de esa situación, toda la familia hacía preguntas, querían ver a Amadeo. Adiós primeros momentos íntimos... nada había salido como lo habíamos planeado pero a pesar de eso, todo había salido bien y estábamos rodeados de mucho amor. Amadeo fue un campeón desde el principio, se prendió a la teta y nos empezamos a conocer... desde entonces cada día es aprender algo nuevo, reconocer gestos, encontrar nuestras miradas, robarle carcajadas, conversar con "ajós"y continuar este enamoramiento.
Si de algo me estoy dando cuenta, es que el tiempo pasa muy rápido... un día tenés una panzota y al otro día tenés un bebé de tres meses que se mata de risa, por eso quiero disfrutar cada momento, y trato de tener eso presente cuando estoy agotada, me falta sueño o simplemente me doy cuenta de que realmente necesito una ducha... Todo es nuevo con Amadeo... hasta nuestra casa, que ya huele más a un hogar.
Foto de la clínica, Belén Morales
Fotos de Amadeo, Gaby Morales
