Conocí a Lida y a Andrea hace ya unos cuantos años cuando comencé a trabajar en la educación pública, y nos encontramos en una escuela donde se necesitaban más que docentes: se necesitaban mujeres que estuvieran dispuestas a subirse a un acorazado para darle pelea al mar más embravecido, que estuvieran dispuestas a ser marineras en las tempestades de los años más difíciles que yo había vivido en nuestro país... y un día, en medio de esas tormentas, el barco se quedó sin capitán... y estas dos mujeres, junto a una gran tripulación y en especial a otran gran marina que hasta hoy sigue en el barco, tomaron las riendas de esas enormes y derruídas velas y mantuvieron el barco a flote, durante mucho tiempo. Necesitaba contarles esto para que se imaginen qué clase de docentes y de mujeres son, y por qué las admiro y las quiero tanto.
Una vez que el acorazado volvió a tener otro capitán(a) y su rumbo volvió a ser firme, Lida y Andrea se convirtieron en capitanas de su propio barco, y otra vez se lanzaron a la tempestad, como esos marinos que sólo pueden encontrar la paz en medio de la tormenta más grande... cuando otras personas pensarían que lo peor ya pasó y que es hora de su recompensa, ellas salieron otra vez a la carga.
En el límite del barrio La Paz y La Matera, dentro de una parroquia llena de buenas intenciones, encontraron un cuartucho donde se juntaba basura; lo limpiaron, y con la ayuda de sus familias y amigos, lo convirtieron en una biblioteca, que hoy es la Fundación La huellita: consiguieron donaciones, compraron tres computadoras, mesas y sillas, más libros y además forman parte de un programa de padrinazgos para jóvenes con dificultades económicas para continuar sus estudios superiores.
El sábado pasado nos acercamos para ver cómo podíamos darles una mano y nosotros, que no somos para nada religiosos (formalmente hablando, no?), nos conmovimos con el trabajo de toda la parroquia, las ganas de crecer y de sumar de toda esa gente que hace trabajo voluntario y misionero. Las encontramos trabajando en medio de un calor sofocante, y casi me sentí culpable de llegar recién bañada... las chicas nos mostraron todo el trabajo que habían hecho acondicionando el lugar y las cajas de libros nuevos que todavía estaban clasificando y acomodando. De verdad, parecían dos nenas con juguetes nuevos, pero ansiosas por compartirlos! Entre tererés y pan casero, nos sentamos al fresquito de las plantas mientras enfrente, los chicos del barrio jugaban a la pelota en un potrero enorme, de esos que quedan pocos, y por suerte quedan acá, donde se los necesita tanto. Así que más allá del humilde aporte que nosotros podemos hacer, me pareció que lo más importante era contarles esto, pasar el dato, que la semillita crezca y que germine en las posibilidades de cada uno de colaborar como pueda. A veces, una palabra de aliento o valorar lo que hacen otros tan desinteresadamente, también suma, da fuerzas para seguir manteniendo esos barcos de sueños casi imposibles, a flote. Las quiero, las admiro, compañeras, capitanas, amigas... Mujeres como ustedes me hacen querer mirar para delante, siempre. Y a seguir navegando tempestades, que siempre es tan lindo cuando aparece una noche estrellada en el medio del mar.
La Fundación La Huellita está en la Parroquia Nuestra Señora de las Lágrimas, en la calle 829 Nº 1870, San Francisco Solano, Tel (011) 4271-1600. A Lida y a Andrea las encuentran seguro, seguro los sábados a la mañana y en la dirección de Facebook Fundación Una Huellita (con esta imágen)
Fotos Gaby Morales y Mariano Nesi
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