La única vez que me habían operado tenía seis años y fue una operación de adenoides (una obstrucción dentro de las fosas nasales que no permite respirar bien por la naríz), que no dejó más cicatrices que un grato recuerdo de los médicos de la Casa Cuna, mi primera experiencia alucinógena (con la anestesia, jaja) y mucho helado para la recuperación. Así que cuando nuestra obstetra dijo que teníamos que hacer una cesárea de emergencia (toda la historia del nacimiento de Amadeo está acá), más allá de querer colaborar lo más posible con los médicos, no entendí qué me iban a hacer, además, estaba tan preparada para un parto natural que la idea de ir a cesárea nunca se me había pasado por la cabeza.
Tuve que reconciliarme con el hecho de "no parir" a mi bebé; sé que suena estúpido, ya que fue absolutamente necesario que las cosas fueran así, pero yo quería vivir la experiencia del parto natural, quería sentir al bebé atravesando mi cuerpo y saliendo a la luz (y no siendo sacado de un tirón), quería poner todas mis fuerzas en ayudarlo a llegar al mundo y estuve triste por eso los primeros días después del parto. También hizo lo suyo el susto que la gente (que aparentemente ADOOORA asustar a una embarazada primeriza) me daba cuando me decían cómo las cesáreas son un negocio súper rentable para las clínicas y cómo hacen que una cantidad enorme de mujeres sean operadas innecesariamente... Seguramente haya bastante de verdad en esto pero no era lo que necesitaba escuchar los días previos a la fecha de parto.
Sucedió la cesárea. Rápida y sin dolor.
Después vino el post operatorio. Fué doloroso (recuerdo que una noche me levante de un tirón y sentí fuego quemándome el abdomen; a partir de ese momento aprendí a levantarme de la cama poniendo la fuerza en los brazos), no voy a mentir, pero no fue insoportable. Creo que gran parte de la recuperación depende de poner buena voluntad y mantener una actitud positiva; estaba tan enfocada en sentirme bien para afrontar todos los desafíos que aparecían a cada momento al cuidar al bebé, que creo que le fuí ganando al dolor sin darme cuenta. Y a la faja que usé durante 45 días.
Ahora, más de ocho meses después, miro la cicatríz de la cesárea y tengo sensaciones encontradas; nunca había tenido una cicatríz tan grande y sin embargo no me molesta visualmente (Mi adorada doctora fué muy prolija y me hizo una sutura "estética", es solo una línea rosada de 12 cms.) pero como dicen las abuelas "me tira cuando hay humedad"... me siento vieja con tan sólo escribirlo pero es cierto, y también es una sensación nueva en el cuerpo. A su favor debo decir que Amadeo pesó más de 4 kilos... hay que parir a semejante mastodonte! (las señoritas sabrán entender a qué me refiero) así que me hizo la tarea más fácil. Por último, siento un poco de melancolía porque esa marca representa el final de mi embarazo, una de las etapas más felices de mi vida y que extrañé mucho los primeros días después del parto... y eso se mezcla con un poco de orgullo... después de todo siento que es como una marca Shaolín, una marca de guerrera, porque si bien no tuve un parto natural, me recuerda que dejé todos mis miedos de lado e hice todo lo que pude, y con ganas de dar más, por mi bebé. Y lo sigo haciendo todos los días, como me sale pero no sin menos esfuerzo.
Creo que ya me reconcilié con mi cesárea. Si en algún momento llegase un hermanito/a para Amadeo, creo que voy a gritar "Peridural!!!".
Fotos Mariano Nesi y Gaby Morales (A minutos del nacimiento de Amadeo! Es increíble lo hinchada que tenía la cara -y los pies-! y más increíble aún que toda esa hinchazón desapareció dos días después.)
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